4º Evia Film Project: Amores de verano

En Cine y Series domingo, 22/06/2025

Eva Peydró

Eva Peydró

PERFIL

El 4º Evia Film Project, la iniciativa ecológica del Festival de Cine de Tesalónica, que ha tenido lugar entre el 17 y el 21 de junio pasados, nos ha dejado eventos, debates, masterclasses y proyecciones con el leit motiv del verano griego. Evia Film Project nos ha mostrado cómo lo ha reflejado el cine, en cuanto a tématica, características del rodaje en los meses más calurosos del año, y también la evolución de las costumbres y la mirada. Tanto directores extranjeros como locales han explorado desde el tópico de las vacaciones griegas (sand, sex and sun) en Un amor de verano (Summer Lovers, Randal Kleiser, 1982) hasta la intimidad de un amor narrado a través de varias décadas, en el cierre de la trilogía de Richard Linklater, Before Midnight (2013), pasando por una comedia que ha resistido admirablemente el paso del tiempo como es Jenny, Jenny (Dinos Dimopoulos, 1966).

Tras la apertura de la cuarta edición con la proyección de Mamma Mia! (Phyllida Lloyd, 2008), el cine al aire libre Apollon, de la localidad balnearia de Edipsos, un destino turístico que ya sedujo a los romanos y donde todavía se puede pasar delante de la casa de verano del célebre Papanicolau, cuyo test ha salvado las vidas de millones de mujeres, siguió colgando el sold out para demostrar el arraigo creciente del evento en la isla que sufrió los más terribles incendios en agosto de 2021.

La revitalización del norte de Evia, con el evento cinematográfico y medioambiental que tiene lugar en las poblaciones de Edipsos, Agia Anna y Limni, reuniendo cineastas, productores, expertos en sostenibilidad y críticos de cine, que comparten cinco días de actividades junto a los pobladores de la isla, es una inciativa que en este su cuarto año ha probado que la cultura tiene un lugar preferente y un papel preponderante en la sociedad griega.

La proyección de Un amor de verano nos mostró una joya oculta a rescatar en la filmografía del director de Grease (1978). Protagonizada por unos jovencísimos Daryl Hannah, Peter Gallaher (Grace y Frankie) y la prematuramente fallecida actriz francesa Valérie Quennessen, que nos abandonó a los 31 años a causa de un accidente de coche. La película de Kleiser nos transporta a un verano del amor en la isla de Santorini —aunque la filmación también se desplazó a Mikonos, Delos y Creta—, donde las imágenes que prologan las vacaciones de la joven pareja estadounidense en Grecia nos muestran un mundo perdido de mochileros nudistas, hippies tardíos, a los que todavía observan con cierto estupor algunos de los habitantes de la isla, mientras otros sacan partido a una nueva industria, que en pocas décadas elevará el gasto per cápita de los nuevos turistas, más exigentes y con más recursos. El ansia de autenticidad llevó a los productores a contratar como extras a los mochileros locales, a los que se pagó una comida gratis y 1.000 dracmas al días, simplemente para ser ellos mismos, lo que provocó una conmoción en la isla.

Pero todavía estamos en los albores de los ochenta, cuando el nudismo es tan espontáneo como ubicuo y todavía es posible pasar todo un verano de playa y amor libre por menos de lo que hoy cuesta un billete de avión. Cathy y Michael se instalan en una típica villa de Oia, Santorini, con su terraza, su bóveda de cañón y las vistas icónicas, hoy convertida en una tienda de regalos llamada «Summer Lovers». El panorama que se divisa desde su casa revela entre cúpulas a una vecina de quien él se queda cautivado —y en cuya casa podríamos alojarnos hoy, transformada en hotel de lujo, el Art Maisons-Oia. Lina, una esbelta arqueóloga francesa, se desplaza como una sílfide por las escaleras de piedra en las estrechas callejuelas de Santorini, va en un atestado y polvoriento autobús a la playa y trabaja en una excavación, pero su presencia es tan etérea como seductora para el joven norteamericano. La observa y la admira seducido sin poder ocultar a Cathy su atracción. El background de la francesa es el de una persona herida, y Kleiser, autor del guion, lo va revelando de forma que resulta comprensible la inusual madurez y presencia de Lina.

Tan atractiva acaba siendo esta, que los celos iniciales de Cathy se transforman en admiración y nace una relación profunda de cariño y respeto, por lo que la joven arqueóloga acaba mudándose con ellos, llevándolos a conocer a sus amigos, sofisticados y libres, compartiendo sus días en una atmósfera de inocente y genuino amor. En lugar de parecer pasado de moda, el estilo de Kleiser no es en absoluto kitsch, al contrario todavía evoca, cuarenta años después, un mundo adorable y perdido donde una generación desafió las costumbres, aupados en los hombros de sus hermanos mayores, los verdaderos luchadores por ampliar los horizontes morales y sociales de sus antepasados. El trío protagonista interpreta sus papeles con una frescura y una belleza tan creíble como natural. Sin embargo, a pesar de mostrar una sana camaradería femenina, Un amor de verano revela que su trío no es tal, sino una relación a dos bandas por parte de Michael, con la aquiescencia de las dos mujeres, que no comparten su afinidad sexual, limitándose a una profunda amistad. Más cerca de la familia mormona que de una inusual formación familiar, Lina, Michael y Carthy viven su aventura con la libertad de ignorar los límites establecidos, con la bendición de sus pares. En este sentido, Randal Kleiser había modificado su guion original, que incluía una relación lésbica, por temor a un rechazo de sus productores, confiando en que una sobreentendida atracción sexual se trasluciera en su película, lo cual podemos afirmar que no sucedió.

Así y todo, tras el bombazo de El lago azul (1980), el director nos ofrece una idílica historia de amor en el paraíso, que escribió inspirado por el clima de libertad que observó en un viaje por las islas, y en la que incluyó imágenes casi documentales, con una banda sonora excelente, en la que no faltan hits como ‘Hard To Say I’m Sorry’, de Chicago, ‘Just Can’t Get Enough’, de Depeche Mode o ‘I’m so Excited’, de las Pointer Sisters.

Por otra parte, en el recuento local, Evia Film Project incluyó la proyección de varias películas griegas, entre ellas, Girls in the Sun (Vassilis Georgiadis, 1968), Goldfish (Yorgos Angelopoulos, 2017) y la producción en color de 1966, Jenny Jenny, dirigida por Dinos Dimopoulos, uno de los directores de la edad dorada del cine griego de los sesenta, cuyas películas han competido en Berlín y Cannes, y a quien se galardonó con el Golden Alexander de honor del Festival de Tesalónica en 2001.

La película, con guion de Asimakis Gialamas y Kostas Pretenteris, que contó con el director de fotografía Nikos Kavoukidis (quien asistió a la proyección y mantuvo una conversación ante el público con Orestis Andreadakis), transcurre en la isla griega de Spetses, una de las más exclusivas, lugar de veraneo de aristócratas, armadores y potentados de diversa clase, que hoy viajan del yate a sus mansiones en helicóptero. En Spetses solo existe un tipo de vehículo a motor: los escasos taxis públicos, por lo que los desplazamientos se realizan todavía en coches de caballos, como los que muestra la película, o en bicicleta. Jenny Jenny, filmada en 1966, un año antes del golpe que instauró la dictadura en Grecia, parte de una cuestión política para establecer la enemistad entre un fabricante de loukoumi local, Skoutaris —interpretado por el carismático y prestigioso actor teatral Dionysis Papagiannopoulos (Viaje a Cithera, Angelopoulos, 1984)—, y el armador Kassandris, su oponente. Este último postula a su sobrino Nikos Mandas (Andreas Barkoulis), hasta ahora en el extranjero, para diputado, mientras que Skoutaris apoya apasionadamente a Gortsos, que ya va en cabeza. Cuando la hija de Skoutaris (interpretada por Jenny Karezi) se da cuenta de los problemas financieros de su padre, aceptará la propuesta de Kassandris de una boda temporal con su sobrino a cambio de sacar a su padre de apuros económicos, y favorecer el futuro político del joven. La boda blanca, sin embargo, traerá acontecimientos inesperados.

El primero, la aceptación por parte de Skoutaris del nuevo yerno, a pesar de haber sido un virulento defensor de su líder, ya que ve un horizonte de bienestar y éxito para su familia emparentando con con aquel. Toda la vehemencia dirigida a conseguir los votos para Gortsos se invierte tras el anuncio del compromiso para convencer a los mismos aldeanos manipulables de las excelencias de Mandas. Sin embargo, la verdadera protagonista es Jenny, la hija del confitero, un personaje que se nos presenta desde su primera aparición como una joven inteligente, culta, estudiosa y moderna (sus outfits, así como los decorados de la mansión del armador o los clubes nocturnos son una maravilla sesentera). Jenny ansía acabar su tesis para salir de Grecia y seguir estudiando en el extranjero, y gozando de la amistad del magnate Kassandris, tiene acceso libre a su bien surtida biblioteca de primeras ediciones, donde acude a diario a trabajar en su proyecto. Allí reencuentra a Nikos, amigo de infancia, que regresa desde Estados Unidos para servir en como diputado a los intereses de su tío.

La trama cómica de malentendidos, de falsa bigamia, intereses cruzados y la tradición de unir a las familias a través del matrimonio, se solapan en Jenny Jenny con la frescura de la avispada protagonista, cuya sensatez la lleva a aceptar el trato, acabar en un matrimonio sincero con el joven político forzado y, sobre todo, hacer valer su propósito personal, independencia y libertad, dentro de una relación sentimental. La modernidad de la propuesta de Dimopoulos es rompedora y a la vez contemporizadora, porque muestra tradiciones y costumbres como inamovibles y al mismo tiempo, a una nueva generación, especialmente tratándose de una mujer, que aporta valores más progresistas, propios de una sociedad más abierta y avanzada. Entre las curiosidades de la película podemos citar que era la cuarta ocasión en que Papagiannopoulos y Karezi interpretaban a padre e hija, y que el vestido de novia era el que había llevado en su propia boda con Zahos Hajifotiou.

Despedimos una magnífica cuarta edición de Evia Film Project con la proyección de Stelios (Yorgos Tsemberopoulos, 2024), protagonizada por Christos Mastoras, el biopic sobre el cantante griego Stelios Kazantzidis, adorado por varias generaciones, y cuyas canciones no faltaron en una clausura que fue un «hasta pronto», para los enamorados del cine y no menos del verano griego.

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